Gibson, con aspecto avejentado y desagradable, ofrece una gran interpretación de antihéroe, como el tipo que alguna vez fue muy malo y que ahora, con ayuda de un amigo sincero, ha conseguido enderezar el rumbo. No ha probado una copa en años, está alejado de las tentaciones y vive prácticamente como un monje.
Sin embargo, nunca desaprendió las malas costumbres, ni el manejo de las armas. Las circunstancias lo obligan a emplear sus talentos criminales, y es a través de la violencia donde encuentra redención. Jalando del gatillo se convierte en buen hombre. No puede haber misión más noble en la tierra que proteger a una hija de una partida de soldados de la mafia que quieren eliminarla.
Para el director Jean-François Richet trabajar con Gibson resultó ser una revelación, afirma que incluso borró su increíble trabajo previo: “Para mí, Mel es uno de los más grandes cineastas con vida – está en mi lista de los mejores directores junto con Michael Mann – y sin embargo, nunca interfirió con mi trabajo como director. Rara vez he trabajado con alguien tan humilde y compuesto como Mel.”